En Cuba, la pizza callejera se come sobre un pedazo de papel, al mercado se va con bolsa propia y las botellas de ron se reencarnan en recipientes para salsas: no es que el país tenga una admirable conciencia ambiental, sino que la perpetua falta de envases y empaquetado aguza el ingenio isleño.
El reciclaje por necesidad se ha convertido en una costumbre diaria para los cubanos, que cuando salen de casa nunca olvidan meter una "jaba" (bolsa) en la cartera, y que incluso las lavan y las tienden a secar para reutilizarlas hasta que quedan hechas jirones.
Esta acuciante demanda explica el éxito con el que se celebró en febrero en La Habana la Feria Internacional PACGRAF "con el objetivo de generar nuevas oportunidades de negocios e intercambiar con los principales compradores y distribuidores para la producción de envases y embalajes en Cuba", según sus organizadores.
Casi 50 empresas de once países han acudido a la cita para tratar de impulsar un sector que el viceministro de Industrias, José Álvarez, consideró durante su inauguración "estratégico para garantizar el desarrollo económico y potenciar especialmente las industrias farmacéutica, agroalimentaria y el turismo".
La falta de envases y bolsas es otra de las caras del desabastecimiento cotidiano de Cuba, atribuible a varios factores según a quién se pregunte: la respuesta oficial es que la culpa la tiene el embargo comercial que Estados Unidos mantiene sobre la isla, mientras que el ciudadano de a pie responsabiliza al aparato estatal por su falta de previsión.
El Gobierno cubano ha invertido en el último trienio más de 40 millones de dólares en envases, papel y cartón, según dijo esta semana la directora de Envases y Embalajes del Ministerio de Industria, Juana Iris Herrera, quien anticipó una nueva inversión para producir más cajas de cartón corrugado.
Algunos envases y embalajes resultan tan complicados de conseguir por cauces normales, que se han convertido en codiciados objetos de deseo. Entre ellos, las cajas grandes de cartón empleadas en las mudanzas internacionales cobran, en Cuba, valor de trofeo de guerra.
Otro ejemplo son las cajas cuadradas de pizza. Algunos afortunados restaurantes privados han encontrado vías "alternativas" de suministro e incluso las tienen personalizadas -y muchos las cobran a unos 50 centavos de dólar la caja-, pero en otros locales fallaron los cálculos y se encuentran de repente sin envases.
"Hasta que haya cajas, si quieren pizza para llevar, tienen que traer el plato", explica a Efe la camarera de una pizzería privada en el barrio habanero de Miramar.
Latas de bebidas cortadas por la mitad hacen las veces de contenedor para flanes y otras delicias vendidas en puestos callejeros, y en los "agromercados" las botellas de ron tipo petaca tienen una segunda vida como recipientes para miel o salsas picantes.
"Los cubanos son enfermos (adictos) de las bolsas", afirma a Efe el "cuentapropista" (autónomo) Rubén Valladares, que hace un lustro puso en marcha Adorgraf, una empresa privada de fabricación de bolsas de papel que participa este año en la feria PACGRAF.
La compañía, que como las de tantos emprendedores arrancó con medios precarios y "rústicos" en su casa, surte hoy a varias empresas estatales, numerosos negocios privados e incluso se ha convertido en peculiar exponente del deshielo con EE.UU mediante una alianza con Commonwealth Packaging Company, una firma del país vecino que ha querido apostar por Cuba.
"Los primeros empacando una nueva relación" es el eslogan de esta "joint venture".
Otra empresa presente en la feria es la española Siepla, que comercializa máquinas con tecnología para fabricar envases de plástico como botellas, garrafas y tarros.
"Las necesidades del país son inmensas, hay mucha demanda", asegura a Efe el responsable de ventas de la firma, Josep Puig.
Botellas para jabón, envases de desodorante o recipientes para mermelada y miel son algunos de los productos que pueden obtenerse con estas máquinas, una plétora de envases que tendrán una larga vida en Cuba, el país en el que no se tira nada.