Octubre 2020
El hidrógeno se abre paso para reducir los gases efecto invernadero en el sector industrial

Hace unas semanas la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, anunciaba que la Unión reducirá sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 55% para 2030, un plan ambicioso que precisará de un esfuerzo no menos notorio, especialmente en el sector industrial, que no tiene otra opción que la de reconvertir sus modelos productivos si quiere cumplir con las exigencias comunitarias. La hoja de ruta anunciada por la mandataria europea se enmarca en los compromisos del Acuerdo de París de 2015, pero también en un plan para el que no hay vuelta atrás: en 2050 la Unión Europea debería convertirse en el primer continente del mundo en alcanzar la neutralidad de carbono, esto es, que las emisiones netas de gases de efecto invernadero (la diferencia entre lo que se emite y lo que se captura) sean igual a cero.

Hace pocos días hemos sabido, además, que este propósito no es exclusivo del viejo continente, sino que es compartido por otras potencias mundiales, como la República Popular China, el país que más CO2 libera a la atmósfera, cuyo Gobierno se comprometió oficialmente a alcanzar la neutralidad de carbono para 2060, solo 10 años después de la meta europea.

Pero para alcanzar esos objetivos será necesario relegar a un segundo plano los combustibles fósiles y evolucionar hacia un mix energético donde las energías renovables tengan mayor protagonismo. En esa carrera por un futuro más verde, el hidrógeno —un elemento que puede obtenerse del agua—-empieza a ganar terreno, tanto en el sector industrial como en el del transporte.

Prueba de ello es el nuevo plan de movilidad sostenible incluido en la Hoja de Ruta del Hidrógeno, anunciado recientemente por el Ministerio de Transición Ecológica, cuya puesta en marcha prevé la creación de una flota de autobuses, además de 5.000 vehículos ligeros y pesados y dos líneas de trenes comerciales propulsados con hidrógeno limpio para el año 2030.

Otra muestra de la apuesta por este combustible no contaminante es la presentación de los nuevos aviones impulsados por hidrógeno anunciados recientemente por la compañía Airbus, que podrían ser una realidad en 2035.

Si consigue llevarse a cabo, la implantación del hidrógeno en los vuelos comerciales podría ser el acicate que ayude a cumplir las metas de emisiones, pues el aeronáutico es uno de los sectores más contaminantes. Sin embargo, para tener éxito, este ambicioso plan se enfrentará a no pocos escollos.

El primero de ellos es su transporte y almacenamiento, pues hasta la fecha no existe una infraestructura que permita disponer de este elemento en los aeropuertos. Y es que el hidrógeno no es una fuente primaria de energía, como podrían serlo el sol o el viento, sino un producto fabricado por el hombre que hay que producir, transportar y almacenar. Un estudio publicado en 2016 en la revista Science concluía que la demanda de hidrógeno líquido para la propulsión de las aeronaves en el futuro requeriría de una importante adaptación de estas infraestructuras, que deberían garantizar la producción ‘in situ’ del combustible, lo que conllevaría una importante inversión logística.

En segundo lugar, habría que recordar que, a pesar de ser uno de los elementos más abundantes de la Tierra, el hidrógeno no se encuentra de forma aislada en la naturaleza, sino que se genera a partir de otros productos que lo contienen, entre ellos el agua, el carbón y el gas natural. Para producir este elemento en grandes cantidades se necesitará gran cantidad de energía, que en la mayoría de los casos es proporcionada por combustibles fósiles. La opción más ecológica, el denominado 'hidrógeno verde’, es generado a partir de energías renovables, lo que lo convierte en una es una alternativa 100% sostenible, aunque todavía no es la más utilizada.

La industria aeronáutica, muy afectada por la crisis del coronavirus, ha dado el primer paso hacia un nuevo modelo energético del que ya no hay marcha atrás. Sería deseable que gobiernos e instituciones recogieran el testigo y ayuden a otros sectores contaminantes -como el del transporte marítimo o de carretera- a encontrar alternativas verdes. “Hasta ahora no se habían cumplido los objetivos marcados hace unos 20 años —argumenta Justo Lobato, catedrático de ingeniería química de la Universidad de Castilla la Mancha, preguntado sobre la iniciativa de Airbus-—pero el hidrógeno vuelve con fuerza, y el binomio entre el H2 y las energías renovables puede hacer que esta vez se cumplan las expectativas”. La eterna promesa de los combustibles alternativos podría empezar a alzar el vuelo.

Fuente: Sergi Alcalde, Redactor de National Geographic España / www.nationalgeographic.com
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