Variedades de pizzas, pasteles y pastas son platos comunes en todo el mundo, sin embargo hoy causan revuelo. La razón no es precisamente el platillo, sino la forma en que se están preparando, alejados de las manos de los cocineros y más cercanos a las máquinas y no a cualquiera, sino a impresoras 3D. Desde hace unos años que esta tecnología ha acaparado la atención del mundo, debido a su capacidad de realizar réplicas de diseños en tres dimensiones, creando piezas o maquetas volumétricas a partir de un diseño 2D, usualmente utilizados en el sector industrial. La tendencia ha ido más allá.
En un trabajo conjunto entre la industria alimentaria y de diseño, expertos alrededor del orbe han comenzado a experimentar con la impresión de comida, que aunque parece sacada de la ciencia ficción, ya comienza a tomar fuerza. El fenómeno no es aislado, sino que corresponde al avance de la industria. Según Marius Robles, CEO de Reimagine Food la industria de alimentos enfrenta tres fases de cambio.
La primera, replicar alimentos con fórmulas conocidas y la segunda, la impresión 3D, que se desarrollará entre 2018 y 2022. Avances en el mundo Desde 2012 hay proyectos de impresoras 3D a nivel mundial, la mayoría en Estados Unidos y Europa, enfocados en el uso doméstico, profesional y como exploración tecnológica. De cara a los usuarios, en 2014 la compañía española Natural Machine creó Foodini, una impresora que puede rellenar pastas o hacer pizzas de manera rápida e imprimir recetas completas en menos de un minuto. El dispositivo opera con unos cilindros o cápsulas de acero inoxidable, donde el usuario introduce alimentos - máximo cinco- para crear una receta, que puede ser seleccionada desde la web vía Internet de las cosas, y luego la máquina hace la preparación. Cada cilindro se puede equipar con diferentes boquillas, en función del tipo de ingrediente y su viscosidad.
Aunque innovador, éste no es el único proyecto de impresora de alimentos. Algunas compañías se han especializado en la impresión de preparaciones de postres. ChefJet, por ejemplo, es una impresora 3D pensada para el mundo de la repostería, que crea tortas y pasteles de forma artística, utilizando ingredientes como el azúcar, chocolate y sabores artificiales (vainilla y frutilla), además de colorantes. También hay algunas pensadas para elaborar comida para la tercera y cuarta edad.
Es el caso del PERFORMANCE (Personalised Food Using Rapid Manufacturing for the Nutrition of Elderly Consumers), proyecto enfocado en mejorar y facilitar el consumo alimentario del adulto mayor, tanto para uso doméstico como para prestar servicios en casas de reposo. La iniciativa es parte de un estudio de un grupo de naciones europeas, en colaboración con la agencia alemana Biozoon Food Innovation, desde 2012 a 2015, cuyo costo fue cercano a los 3 millones de euros.
Nuevo nicho de negocio Natalie Devenin, diseñadora chilena especializada en impresión 3D y packaging, comenta que actualmente existen varios proyectos en el mundo, que buscan generar nuevas experiencias sofisticadas para el consumidor, atendiendo a ciertas nociones de sustentabilidad. Otras propuestas tienen como fin mejorar las condiciones de alimentación de segmentos específicos de la población y solucionar problemas de consumidores con necesidades especiales, como la falta de nutrientes específicos, la desnutrición, e incluso la disfagia (problemas de deglución) en el adulto mayor.
Dar respuesta a estas demandas es posible debido a cómo se preparan e imprimen los platillos en 3D. Devenin, explica que los insumos utilizados suelen tener cierta plasticidad al ser sometidos al calor, y que luego se solidifican, por ejemplo, el chocolate, o algunas pastas que se puedan hornear, o incluso el mazapán, que es moldeable. “En general, hay modelos de impresoras para distintos tipos de ingredientes o materiales, así como en las impresoras tradicionales, finalmente se usan distintas tecnologías según el objetivo”, dice. Otros factores que se consideran al elaborar una receta, explica, son la textura y dureza de un ingrediente, que puede dificultar o impedir su consumo para alguien que sufra de estas condiciones.